Alimento funcional, fortificado, suplementado… ¿Cuál es la diferencia? ¿Y es una cuestión de marketing o realmente producen beneficios en el organismo? Aclaramos las dudas.
El consumidor actual es cada vez más consciente de que la comida tiene un impacto directo sobre la salud y el aspecto físico y por ello demanda alimentos que jueguen a su favor y no en contra. La industria alimentaria hace tiempo que trata de ofrecer productos que más allá de alimentar, produzcan ciertos beneficios o eviten determinados problemas en el organismo. La publicidad de éstos, pero, confunde a veces debido a los diferentes términos con que los etiquetan.
Es el caso de los alimentos funcionales. En Nutexa queremos ayudar a aclarar el término para que la industria pueda aprovecharlos correctamente y en última instancia para que los consumidores puedan elegir mejor.
¿Qué es un alimento funcional?
Aquellos alimentos de los que se espera que, más allá de su función nutricional intrínseca, ejerzan un efecto beneficioso específico sobre la salud, por la adición o supresión de determinados compuestos activos, y con el objetivo de mejorar la salud, reducir el riesgo de enfermedad (que no prevenir) o ambas cosas.
La definición procede del estudio Concepto sobre los alimentos funcionales, de Margaret Ashwell, publicado en 2002 por el International Life Sciences Institute (ILSI), una fundación internacional que agrupa a científicos, gobiernos e industrias para mejorar el conocimiento sobre los aspectos científicos de la nutrición.
El término, sin embargo, nació en Japón en 1991 tras la publicación de varios programas de investigación destinados a reducir el coste sanitario público. Entonces los llamaron Alimentos para uso específico de salud (FOSHU, en sus siglas en inglés).
De todos modos, no existe ninguna definición oficial ni un consenso definitivo entre los expertos. Por ejemplo, el Functional Food Center (en EEUU) sí habla de prevención en su definición: “Alimentos naturales o procesados que contengan compuestos bioactivos, los cuales, en cantidades no tóxicas, proporcionen evidencias clínicas – probadas y documentadas a través de marcadores específicos – de beneficios saludables en la prevención o el tratamiento de enfermedades crónicas o sus síntomas”.
Palabras clave para distinguir un Alimento Funcional:
Beneficio extra, adición o supresión de compuestos bioactivos, probado científicamente.
Ingredientes y alimentos funcionales más habituales.
Los lácteos, los panes y pastas, los zumos y las sopas instantáneas, y las margarinas y mantequillas son algunos de los alimentos funcionales más populares.
Los componentes que habitualmente se les añaden son:
- Vitaminas (A, C, D, E…)
- Minerales (calcio, hierro, magnesio…)
- Ácidos grasos (oleico, linoleico…)
- Antioxidantes (fenoles – Hidroxitirosol, Oleuropeína, Resveratrol –, isoflavonas, carotenoides…)
- Prebióticos y probióticos.
- Fibra
- Fitoesteroles (esteroles y estanoles vegetales) y fitoestrógenos.
Tipos de alimentos funcionales
Aquí es donde puede haber más confusión ya que el término engloba varios conceptos y tampoco hay una clasificación oficial.
Según el listado de Ashwell, son funcionales:
⇒ Los alimentos naturales en el que uno de sus componentes haya sido mejorado mediante condiciones especiales de cultivo.
⇒ Alimentos enriquecidos. Cuando se añade un ingrediente que el alimento ya contiene de manera natural con el objetivo de incrementar sus beneficios.
- Ejemplos: productos lácteos con una mayor cantidad de calcio, zumos comerciales con más vitamina C o aceites de oliva enriquecidos con Hidroxitirosol, un compuesto de la oliva con propiedades reconocidas científicamente en la mejora de la salud cardiovascular.
⇒ Alimentos fortificados o suplementados. A diferencia del caso anterior, el ingrediente añadido no forma parte del alimento natural.
- Ejemplos: zumos comerciales con probióticos añadidos para mejorar la salud intestinal, margarinas con fitoesteroles o pasta elaborada con una parte de harina de semilla de oliva para aportar mayores dosis de fibra, proteínas vegetales, ácidos grasos y polifenoles.
⇒ Alimentos en el que elimina un componente para reducir sus efectos perjudiciales.
- Ejemplos: lácteos desnatados (disminución de ácidos grasos saturados), quesos bajos en sal, etc.
⇒ Alimentos en los que la naturaleza de uno o más de sus componentes ha sido modificada químicamente para mejorar la salud.
- Ejemplos: los hidrolizados proteicos adicionados en los preparados para lactantes para reducir el riesgo de alergenicidad.
⇒ Cualquiera de las combinaciones anteriores.
¿Un superalimento es un alimento funcional?
No. El término superalimento es un concepto nacido en el ámbito del marketing para publicitar aquellos alimentos – habitualmente de origen exótico – cuya composición nutricional destaca por uno o varios ingredientes.
Uno de los llamados superalimentos es la quinoa debido a su perfil de macro y micro nutrientes y por el hecho de contar con todos los aminoácidos esenciales para el correcto funcionamiento del cuerpo humano.
Leer más sobre las propiedades y aplicaciones innovadoras de la quinoa.
Requisitos de un alimento funcional.
Aquí las diferentes organizaciones coinciden bastante.
– Tiene que tener forma de alimento. Una píldora o cualquier otro complemento nutracéutico no es un alimento funcional.
– Debe formar parte de la dieta habitual. No es un alimento para consumir una sola vez o durante un periodo de tiempo corto.
– Sus efectos específicos deben haber sido probados científicamente.
– También hay que probar que dicho efecto lo produce el producto final y no sus componentes individuales aislados.
– De cara a publicitar los beneficios específicos, deben obtener la autorización de las autoridades sanitarias sobre dichas alegaciones.
Grupos de población especialmente beneficiados.
Los alimentos funcionales se dirigen a todos los consumidores con el objetivo de mejorar su salud en general. No obstante, determinados grupos de población específicos pueden verse más beneficiados por sus características.
Por ejemplo, la población adulta. A medida que la esperanza de vida aumente, la alimentación deberá satisfacer las necesidades de una sociedad con edades cada vez más avanzadas. Esto incluye alimentos que contribuyan a un mejor funcionamiento del sistema cardiovascular y digestivo, que regulen el intestino y protejan los huesos y que ayuden a combatir la demencia u otros procesos degenerativos.
También pueden beneficiarse de los alimentos funcionales aquellas culturas en las que un determinado ingrediente no sea de consumo habitual. Es el caso de las olivas. La comercialización de alimentos locales enriquecidos con extractos de fruto de olivo permite a otras poblaciones aprovechar las extraordinarias propiedades de esta planta.
Principal reto: informar debidamente a los consumidores.
De cara a publicitar los alimentos funcionales no sirve cualquier etiqueta. Debe hacerse de manera que no conduzca a confusión entre los consumidores. Y aquí la presencia de la legislación es imprescindible. El problema es que, a diferencia de los suplementos dietéticos, los alimentos funcionales no disponen de una regulación comunitaria específica.
Actualmente se acogen al Reglamento 1924/2006, relativo a las declaraciones nutricionales y de las propiedades saludables en los alimentos.
En este sentido los Reclamos de Salud (Health Claims) que otorga la Autoridad Europea en Seguridad Sanitaria(EFSA) a determinados alimentos o ingredientes con propiedades saludables pueden servir como aval para alegar los beneficios de los alimentos funcionales, si bien la medida también puede prestarse a desinformación.
Artículo: Hidroxitirosol, el único antioxidante vegetal que cuenta con un Health Claim.
Hay que remitirse a estudios como el del ILSI para seguir las pautas con las que se debe alegar las propiedades de un alimento funcional:
⇒ Distinguir entre si realiza una mejora en una función fisiológica o reduce el riesgo de una enfermedad.
⇒ Explicar cómo debe consumirse.
⇒ No fomentar su consumo excesivo en detrimento de otros productos.
⇒ Incluir información sobre la cantidad del componente funcional.
⇒ Y sobre el grupo específico de la población al que se dirige.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
- Ashwell, Margaret. Concepto sobre los alimentos funcionales. International Life Sciences Institute.
- Pravst, Igor. Functional Foods in Europe: A Focus on Health Claims. Ljubljana Nutrition Institute.
- Singharaj, Bryan. Functional Foods for Chronic Diseases. Chapter: Health Claims and Functional Food: The Future of Functional Foods under FDA and EFSA Regulation. 2016. pp.410-424.
- functionalfoodscenter.net